Ese debía ser un día casi como los otros! Para mí, claro, no para mi viejo amigo Daniel, a la boda de quien fui invitado? Daniel era hijo de una gran familia de industriales, de quien yo fui amigo en el curso de mis años en el liceo. Siempre había admirado su gran elegancia y su ingenio, lo que mostraba que se puede ser rico con una especie de distinción natural, sin vulgaridad, sin ostentación y sin pesadez? Él tenía un cierto lado inglés, en suma. Yo le caía bien, y no sabía por qué. Sin duda, pensaba yo, como era hijo único le servía de hermano, al que la condición mínima de fortuna (y cuánto era mínima) confería la virtud de lo exótico que buscaban los exploradores en las tribus primitivas.
El debía casarse ese día con una rica heredera de la aristocracia local, quién le había sido destinada desde su quinto aniversario, y que desde entonces sólo la había visto de tiempo en tiempo con el fin de acostumbrarse.
Yo no la había visto jamás, pero por lo poco que me había contado a mi, su confidente, no pensaba que un idilio pudiera nacer de la unión que había sido decidida por los padres de los futuros cónyuges, por el bien de sus intereses respectivos
- ?Que quieres viejo, supongo que eso forma parte de los deberes que tengo con mi familia.?
- A los veinte años, Daniel no parecía jamás haber experimentado un gran entusiasmo por los idilios con el sexo opuesto, ni siquiera por los encuentros sin mañana y yo que tenía que dos años menos que él, no podía aconsejarlo en ese aspecto. Yo estaba solo y así parecía que permanecería, ya que no tenía los padres que pudiesen arreglarme un semejante matrimonio de conveniencia. Acordándome de todo esto, terminé por llegar al Castillo, donde debía tener lugar el matrimonio y las festividades, y que había sido rentado por las dos familias, desde luego, no cualquier castillo sino el mismísimo Château de Versailles
Todavía veo la muchedumbre de turistas que se amontonaba frente a la reja cerrada, como debieron hacerlo los revolucionarios en 1789?
Abriéndome difícilmente paso entre la gente, logré mostrar mi invitación a uno de los ujieres, quién me hizo pasar a la gran plaza y me indicó el camino. Caminando con dificultad sobre los adoquines pulidos por millones de zapatos, me dirigí a la recepción, que no vendía boletos, pero que recibía a los invitados. Presentando nuevamente mi invitación a un nuevo ujier tuve la sorpresa de ver su cara descomponerse y de oírlo decirme, cantando con una voz temblorosa: ?¡Monsieur! Que el Monsieur tenga la bondad de seguirme. El Monsieur espera a Monsieur.?
Abandonando en seguida su puesto se puso a trotar con toda la fuerza de sus pobres y viejas piernas de septuagenario, a través de patios secretos y los intrincados laberintos. Apenas pude hacerle algunas preguntas y él a contestarme: - ?No comprendo, le dije extrañado, no estoy retrazado. La ceremonia está prevista para las diez treinta y apenas son las nueve.?
Puf, puf hacia el anciano corriendo. - Monsieur a pedido puf, puf? que lo lleváramos con él, en cuanto usted llegara?puf, puf
No insistí mas, penetramos en un edificio, y yo me dejé guiar a través de los corredores de todas esas salas suntuosas que generalmente están cerradas al público. Finalmente llegamos a una recámara adornada con tapices rojos bordados de oro, que no tuve tiempo de ver con detalle, mi amigo estaba allí sentado en un sillón y tamborileando con los dedos uno de los brazos, lo que era en su caso una señal del mayor nerviosismo. El ujier no tuvo tiempo de anunciarme, él me había visto y se dirigió a inmediatamente hacia mí.
- ?¡Jean! ¡Gracias al cielo que estés aquí, amigo!?
- ?Por supuesto Daniel, no pensarías que me habría perdido esto!?
El ujier se había retirado para volver a su puesto, y Daniel cortó de tajo las mundanidades y me miró con franqueza:
- ?Jean? temo que tenemos un ligero problema.?
- Yo conocía bien a Daniel: estaba a punto de anunciarme una catástrofe sin precedente.
- ?¿Que pasa??
- Me hizo seña de que me sentara y no continuó antes de que estuviéramos cómodamente instalados los dos.
- ?Marie Odile, ¿Te he hablado de Marie Odile de Fremont-Beauchicourt? Es ella con quien debo casarme??
- ?Si, estoy al tanto,? le dije? ?continua, te lo ruego?
- ?Pues bien, retomó dolorosamente, Marie Odile?tuvo un ligero accidente esta mañana.?
- ?¿Qué pasó?
- ?Estas escaleras de mármol? sabes? son horriblemente resbalosas??
- Daniel carraspeó. ? ?Cayó en la escalera sin poder parar? Se rompió la pierna izquierda, el pie derecho, el cóccix y se luxó un hombro, ya no se ni cual??
- Dios mío!, dije, ¿En esas condiciones no pueden casarse?
- Se aclaró una vez más la garganta y arrellanándose en su sillón exclamó:
- ?Justamente es ese el problema, rentamos este castillo por hoy y mañana? invitamos a mil quinientas personas, entre las cuales, los mayores nombres de Francia?el servicio estará asegurado por La Tour d´Argent?? el ConcertGebow de Ámsterdam tocará durante la ceremonia, la televisión ahí estará? y no sigo??
- Detrás de su sonrisa estereotipada, percibí una profunda angustia:
- ?¿No anularon nada?, ¿no dijeron nada?
- ?Imposible, amigo, puedes comprenderlo. No somos más que una pequeña decena los que estamos al tanto: Desde luego nuestros padres, yo, por supuesto y el equipo de chez Givendiorel que trabaja en el vestido de Marie Odile.?
- ?¿Pero como van a hacer, si tu prometida no ha de poder, ni siquiera desplazarse??
- ?Tampoco puede hablar y no ve mas que con un ojo, a causa de las vendas, me dijo, preocupado por ser preciso.?
- ? ¿Entonces que vas a hacer??
- ?Volteó hacia mí, me miró a los ojos y me dijo:
- ?Jean, solamente tú me puedes ayudar.?
- ?¿Yo? ¿Pero como??
- ?¿Recuerdas cuando estábamos en los Boy Scout??
- ?Sí, me acuerdo.?
- ?Habíamos pasado unos días jugando al aire libre, tardeadas al fuego, nos habíamos olvidado hasta de nuestras familias y éramos como hermanos auténticos, hermanos de sangre? - ?Yo pensaba que Daniel quería enternecerme.?
- ?Sí, me acuerdo, ¿pero que tiene que ver??
- ?¿Te acuerdas de la vez que yo debía llevar un mensaje a la capitana scout y que entré en su tienda??
- Ahora estaba claro, como podía haber olvidado algo tan bello, el uniforme de las niñas con su falda azul, comparada con nuestros ridículos shorts. Había aprovechado la ausencia de la capitana para probármela, y Daniel me había sorprendido así. Como siempre, el había estado perfecto, fingiendo no haberme reconocido, y murmurando un ?disculpe, me equivoqué de tienda?
- ?¿Me reconociste entonces??
- El sonrió
- ?No en seguida? y yo no dije nada, sabes: Nadie habría sabido nada si tú no hubieras pasado un día con las monjas, fue allí donde te descubrieron? ¿Como te hiciste llamar? ¿Michèle-Anne, no es cierto? Ahí tú abusaste un poco?
- ?De acuerdo? ¿pero que tiene eso que ver ahora??
- El suspiro viendo que me negaba a adivinar.
- ?¿Jean, por favor, toma el lugar de Marie Odile, durante las festividades???
- ¿Perdón? ?¡claro que no!, ¡Daniel, es imposible! Yo ya no toco nada de eso ahora. Sabes, me hice curar, ya tuve mi dosis de electrochoques y ahora soy completamente normal. Bueno, apenas si uso un brasier de vez en cuando, y eso uno pequeñito, sin ningún encaje, y sin tirantes tampoco, ¡justo una venda! O tal vez unas mallas, pero sólo unas mallas además del sostén, nada de medias ni de ligueros ¿Eh? Ninguna otra cosa, solamente unas mallas, es todo.
- Daniel no había previsto mi terror, ya se veía bien que él no era el que tuvo que ser ?reeducado? por un equipo de terapeutas de choques?Años después, yo tenía todavía pesadillas aterradoras. Entonces lo vi desmoronarse.
- ?Jean? si no se realiza esta boda, es el fin? Para mi familia, para mí? Tú no quieres eso, ¿verdad??
- Yo me calmé:- ?Pero Daniel, ¿te das cuenta de lo que me pides? ¡Hacerme pasar por tu prometida, el día de tu boda y frente al mil quinientas personas!
- Viendo que mi negativa se disipaba, retomó su seguridad.
- ?Escucha? durante esta semana, todos vestiremos a la usanza del siglo XVIII? Deberías haber visto la tuya, había previsto para ti un soberbio traje de marqués? Los vestidos de esa época, te ruego que me creas, te cambian mucho, sin contar que mi prometida llevará su velo, además su sombrero y todo lo que puede transformar una apariencia??
- ?Pero, ¿siquiera me le parezco un poco??
- ?Bueno? tú te pareces más ahora, a lo que yo habría deseado que ella fuera antes de su accidente, porque ahora ella no se parece a si misma, eso te lo puedo jurar.?
- Renunciando a descifrar esta última frase enigmática, miré largamente a Daniel, sus inquietos ojos, y me dejé ablandar.
- ?Bueno? si estas seguro que eso puede funcionar? si con eso te puedo ayudar? y si eso queda entre nosotros, entonces? ¿porque no??
- Daniel se levantó y me hizo parar para darme un viril abrazo que era para él, el colmo de la familiaridad.
- ?Jean, ¡me salvas la vida! Vamos con Marie Odile, para anunciarle la buena nueva.? - Él ya estaba en la puerta cuando lo llamé:
- ?Daniel? hay algo que me turba un poco??
- ?¿Ahora que??- Dijo un poco inquieto, con la ceja levantada.
- ?Eso de que me llamen Marie Odile? no me tienta enormemente.?
- Relajado, sonrió de nuevo y me respondió
- ?Todos tenemos nuestros pequeños tormentos que soportar.?
![]() |
![]() |